El tiempo sigue siendo lineal. Pero ahora, cada muesca en el calendario refleja mucho más tránsito que hace unos años. Es evidente que las cosas a nuestro alrededor cambian, que la tecnología hace que naturalicemos nuevas situaciones a gran velocidad, introducidos en un ritmo vertiginoso que se ha acabado por convertir en el único ritmo que entendemos. Es ese ritmo que no vemos salvo que miremos hacia atrás en perspectiva, hasta imaginar cómo eran las cosas hace apenas unos años, cómo son ahora unos años después, y miramos al futuro casi inmediato con los ojos esperando la siguiente gran sorpresa. Una inmediata, porque estamos habituados a la caducidad casi insensata.

Lo importante de esta revolución tecnológica no es tanto las cosas que cambian, sino lo que esas cosas que cambian hacen en nosotros: cambiarnos también. Esta espada tecnológica ha dejado una gran brecha que ha separado en dos grandes terrenos la percepción y adopción tecnológica: los nativos digitales solo entienden la realidad asociada a la tecnología, mientras que inmigrantes digitales y maduros analógicos avanzan hacia el futuro con un ojo puesto en el pasado. Pero el avance de esta generación nativamente digital, junto al propio avance frenético de la tecnología, hace que finalmente nuestra forma de ser y relacionarnos se modifique de manera global. Y eso implica que cosas que forman parte de nuestro día a día, dejarán de serlo porque se quedarán sin el hueco que dejaban nuestras necesidades, que ahora van cambiando.

¿Cómo será nuestra realidad dentro de 10 años? ¿Y dentro de 5? ¿Y dentro de 2? Es imposible predecir qué cosas, situaciones y contextos formarán parte de nuestro día a día en un futuro incluso cercano, especialmente en una era marcada por la sorpresa y el sobresalto permanente en la dinámica de aparición de novedades que modifican nuestra realidad. Pero algunas de las cosas relacionadas con la tecnología y sus consecuencias que, atendiendo a la realidad actual, tienen visos de contar con una fecha de caducidad próxima podrían ser:

  1. La escritura a mano. Las nuevas generaciones, acostumbradas al ámbito digital, cada vez encuentran menos sentido a aprender algo más parecido a un arte, con el que se tienen que comunicar. Tienen otras dinámicas de relación y conversación, emplean otros medios, y a medida que los sistemas de aprendizaje a través de dispositivos informáticos se vaya extendiendo, se provocará el efecto de la evolución de la escritura manual de la necesidad al arte.
  2. La conexión limitada a datos y el roaming. En un contexto de clara movilidad, las compañías telefónicas se enfrentan a una realidad del usuario mucho más exigente, que reclama ya a viva voz una racionalización en sus tarifas en otros países. En el momento en que una de las grandes empresas decida impulsar una tarifa a precios accesibles hacia este perfil, el resto deberán imitarla o mejorarla para no quedarse fuera del contexto de tendencia de su consumidor.
  3. Negocios físicos de servicios de contacto tradicional con el cliente. Un ejemplo podrían ser las agencias físicas de viajes, que se enfrentan a cómo el soporte online y sus ventajas, unido a la modificación del perfil del viajero, hace que su presencia y contacto físico ya no sea tan influyente. El viajero sigue necesitando de soporte y servicios, pero no de asesoramiento presencial.
  4. El negocio de la energía de fuentes tradicionales, como el gas o el petróleo. El primero, debido a las tensiones entre países productores y consumidores; el segundo, además, por el incremento del precio ante las limitaciones de la materia prima. En ambos casos, la tecnología está empezando a permitir vislumbrar un futuro cercano en el que se pueda depender de otros elementos naturales permanentes, como el sol o el viento.
  5. Los smartphones físicos de mano. Aún en el terreno de la ciencia ficción pero con alguna incursión en la realidad actual, los teléfonos móviles conectados a internet y que ocupan un espacio físico considerable del tamaño para una mano, irán desapareciendo para permitir la comunicación con otros y la navegación en internet de otra manera. Desde las Google Glass, hasta las pulseras wearables, diversos sistemas empiezan a querer sustituir lo que un smartphone nos permite pero a menor espacio y mejor integración con nuestra vida.
  6. Los medios de comunicación pre-programados. Las nuevas tendencias hablan de consumidores que quieren elegir lo que ver, escuchar o leer. La radio es el claro ejemplo, con la consolidación de sistemas donde el oyente ya puede elegir lo que oír y con las apps de radios convencionales ‘a la carta’; la televisión irá creciendo más hacia esa vía; y la prensa deberá adecuarse a la personalización en el acceso a la información para proporcionar contenidos a la apetencia del lector.
  7. El almacenamiento físico. Discos duros, torres de computadoras, CDs o DVDs. Serán sustituidos por contenido alojado en Internet a una mayor escala y mejor accesibilidad en cualquier rincón del planeta.
  8. Ordenadores de sobremesa. Darán paso a ordenadores portátiles más sencillos, ligeros y cómodos de transportar que se podrán conectar de manera física ampliando posibilidades. El auge de ordenadores cada vez más finos, o la transición desde los notebooks -ya desaparecidos- hacia tablets  con teclados externos, hace muy posible imaginar un futuro con tablets sin teclado que se podrán conectar a teclados virtuales o a la voz.
  9. Empleados. La tecnología está empezando a permitir procesos industriales que ya no dependen de mano de obra humana. Pronto observaremos cómo se comienzan a desarrollar sistemas en los que se sustituye esa mano de obra por máquinas, pasando la mano de obra a controlar sus procesos. Estructuras empresariales en diversos sectores empiezan a moverse hacia profesionales externos contratados de manera esporádica. El concepto de empleado dependiente de una empresa tiene visos de pasar a una vida, cuanto menos, diferente a la actual.
  10. Divisas. El auge de la tecnología ha posibilitado el nacimiento de las monedas virtuales o bitcoins. Sin fracasar del todo, sí que es cierto que su auge, unido a la crisis mundial, ha coincidido con la desaparición de algunas divisas -o el camino al precipicio de otras- y el cada vez menos oscuro camino hacia un menor número de divisas y, por qué no y siguiendo con un escenario futurible basado en la actualidad y tendencia, hacia la estandarización mundial en torno a pocas monedas estables.

Desde la estrategia publicitaria o de marketing, debemos conocer, imaginar, vislumbrar y atar cabos entre las tendencias y un posible futuro al que nuestro consumidor se puede llegar a enfrentar, para ser capaces de conectar con él y seguir siendo importantes para su realidad cuando algunas de estas cosas ciertamente ocurran. Antes podíamos idear situaciones en un futuro lejano y caminar con tranquilidad hacia él; ahora el futuro es algo que nos arrolla cada día.